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Habitación propia, 1. Esbozo, el cuerpo y sus huellas, las masas y sus residuos

Habitación propia, 1. Esbozo, el cuerpo y sus huellas, las masas y sus residuos
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Habitación propia, 1. Esbozo, el cuerpo y sus huellas, las masas y sus residuos

ASPECTOS TÉCNICOS: Las figuras, con plastilina blanca, sujetas con alambre. Los residuos, logos de marcas recortados y residuos reales como horizonte.  El…
ASPECTOS TÉCNICOS: Las figuras, con plastilina blanca, sujetas con alambre. Los residuos, logos de marcas recortados y residuos reales…

ASPECTOS TÉCNICOS: Las figuras, con plastilina blanca, sujetas con alambre. Los residuos, logos de marcas recortados y residuos reales como horizonte. 

El paisaje es de residuos, mi habitación está hecha de residuos, no veo nada más que residuos a mi alrededor, los residuos han dejado de ser residuos y son el elemento que constituye mi mundo, lo más próximo a mí.
El espacio que habita el cuerpo son los residuos, las huellas del cuerpo quedan inscritas en los residuos, los dedos rompen los envases, arrancan las tapas de las latas, rasgan los cartones, cortan los bricks, todo así de despiadado, y ¿qué triunfa? El envase imperecedero como una pesadilla recurrente.
Queda la saliva de los labios en la abertura de la botella. quedan las huellas dactilares por todos sitios, queda hasta el olor de la cocina y su grasa. Queda, para siempre. Porque el plástico es para siempre el paisaje que nos envuelve, y lo que, como microplástico, nos constituye cada vez más.

¿Y quién es el responsable, el agente? El gran agente son las masas, que eres tú, soy yo, todos lo sabemos, todos somos cómplices, los residuos callan, las masas no adoptan medidas y las autoridades menos. Mientras, se redefine el paisaje: el paisaje es de residuos, huella de las masas.

Voy a traer a mi mesa a las masas, muchas figuras blancas en un paisaje de residuos. Los residuos van a ser reales.

 

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El cuerpo fragmentado y las muñecas de Hans Bellmer

El cuerpo fragmentado y las muñecas de Hans Bellmer
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El cuerpo fragmentado y las muñecas de Hans Bellmer

El cuerpo como convención. Romper la convención que es el cuerpo, que ¿por qué tiene que ser como es, y no de…
El cuerpo como convención. Romper la convención que es el cuerpo, que ¿por qué tiene que ser como es,…

El cuerpo como convención. Romper la convención que es el cuerpo, que ¿por qué tiene que ser como es, y no de otra manera? ¿Hay forma más eficaz de extrañarse del cuerpo que transformarlo? No transformarlo en volumen, así sigue siendo esencialmente lo mismo. No transformarlo en color, en edad, nada de lo anterior es suficiente: hay que transformar su propia naturaleza. ¿Por qué dos piernas? Podrían ser más, qué hubiera pasado si hubieran sido más…


Barrigas, grasas, carnes que se aproximan más a la realidad que las de muchas esculturas. ¡Es una muñeca! En una muñeca el sexo puede ser tan explícito como queramos, pero no por ello menos excitante. Por eso, las muñecas de Hans Bellmer (Katowice, 1902-París, 1975) se vuelven eróticas: hay autorización, y hubo aplauso a esta actitud por parte de los surrealistas que le rodeaban. ¿Cuándo el sexo femenino es tan explícitamente visible? Ya era hora de que lo fuera, y tuvo que serlo en una muñeca.

Un cuerpo roto, tal alejado del que proclaman los nazis, tan alejado del ario como están todos los que huyen del nazismo. Desmembrado, hueco, vacío de carne pero con unas facciones de dolor, de pesadumbre que, aún en ese estado, lo vivifican.

Un torso sin cabeza, como los que pintamos en las escuelas de arte pero tan distinto. El resultado de un proceso de crueldad casi asesina, de desmembración, como el que vemos en la películas de Hollywood que nos presentan a la eterna mujer cargada de erotismo y atada a una silla, amordazada, reducida y suplicando, una mujer a la que le espera una crueldad sin cuento…

Semidesnuda, semifragmentada, rota, triste, encogida: la muñeca no es precisamente un alegato a favor del empoderamiento femenino. Qué va. La muñeca es un coro que canta desesperación y horror, es alguien que no confiesa escabrosos asuntos. La muñeca es alguien sometido, torturado, amedrentado. También es alguien que nos obliga a preguntarnos por nosotros mismos: ¿quién soy yo? ¿por qué estoy así?

¿Falta algo en este juego de volúmenes? No: sobraría si se agregara. Es perfectamente armónico este torso con amago de muslos, su geometría es contundente, su sexualidad nos interpela, su vientre no es grueso en su contexto ni su ombligo tosco: nos enseña que todo en el cuerpo es invención y convención. Merece la pena fragmentar el cuerpo para después reinventarlo, esta es una gran enseñanza. Pero, sobre todo, la enseñanza es que no hace falta presentar el cuerpo completo, que no es necesario ser tan explícito, que una sola parte evoca el conjunto, que el cuerpo habla muy bien (incluso a veces mejor) cuando se enmudecen algunas de sus partes.

Debat1el El cuerpo fragmentado y las muñecas de Hans Bellmer

  1. Montserrat Clavé Llaó says:

    Hola Bischorfberger, quin poema més potent de crítica. Punyent, obrint una problematica enclaustrada durant tant de temps entre “bambalinas”.  On havien aconseguit normalitzar durant tants segles l’esquarterament psicològic al voltant del cos femenir, I la conscienciació.