Cuéntame la instalación
Nada, es como un juego… Llegas, te dan una linterna que mola muchísimo, y te mandan unos vídeos y audios al móvil… Pasas a una habitación que está totalmente oscura… no, no es de terror, que va… y tienes que buscar ahí, con la linterna… y puedes abrir la nevera y tocarlo todo…Pero tienes que mirar por todos sitios, hasta por la basura…
Ves unas figuras pequeñas, blancas… Ay, son tiernas y lindas… y te puedes poner los audios para que te acompañen… son de voces y música…Si miras las pistas ves las figuras de cerca, y luego te hace ilusión encontrarlas…
El espacio de la instalación es doméstico: una cocina con electrodomésticos (nevera, microondas, placa vitrocerámica, lavavajillas) y objetos. Las figuritas, de unos diez centímetros, son de plastilina blanca y están insertadas en los pequeños espacios definidos por esos electrodomésticos, de modo que no forman un conjunto, incluso no se ven a simple vista (en algunos casos, hay que abrir los electrodomésticos para encontrarlas). Todo esto, en la oscuridad completa.
Hay un momento de comunicación con el público, previo a su entrada. La preparación se realiza fuera de este espacio. Se permite el acceso de dos en dos personas. Se les entrega a cada uno de ellos una linterna lep (no led, LEP, porque la luz lep es más focalizada que la led) para que iluminen lo que quieran en busca de figuritas. Se les reenvía al móvil un vídeo de “pistas” sobre lo que pueden encontrar, y diferentes audios, que son el espacio sonoro para cada una de las figuritas, audios que podrán ir activando a voluntad. Se les indica que, para salir, toquen la puerta pero no la abran.
Después entra la mujer [la artista] y te enciende la luz… y nada, ves que no hay nada, en realidad es una cocina normal… se ha roto el encanto… Entonces te recoge la linterna y te lleva a su habitación, allí te ilumina a las figuritas… Son como las de la cocina, pero están en una mesa, sin nada alrededor… son patéticas ahora, tía… se las ve tan solas y haciendo gestos que no entiendes por qué los hacen… Y otra vez enciende la luz y se las ve rodeadas de redondelitos con las marcas…
Se les deja acceder, y ellos usan los recursos que les hemos entregado a su criterio y durante el tiempo que quieren. Hasta que nos avisan, entonces encendemos la luz cenital (la del techo). Con la luz cenital, la figuritas quedan, paradójicamente, invisibilizadas. Ya no llaman la atención, la atención está dispersa. En un tercer momento, les acompañamos a otra habitación que está, igualmente, a oscuras. Allí ven las figuritas en una plataforma neutral, descontextualizadas. Último momento: se recogen audios en los que ellos describen su experiencia, audios que nos reenvían.
Idea general: figuritas blancas, identidades descontextualizadas de la globalización
En un trabajo anterior, ilustraba la fragmentación de la identidad con la fragmentación del cuerpo. En éste, voy a hablar de otro aspecto de la identidad, del que se habló en los comienzos de la sociedad de consumo: de la unidimensionalidad que (¡no lo olvidemos!) nos caracteriza, de la que ya a mediados del siglo pasado habló Marcuse. La globalización borra el carácter distintivo, porque la identidad se crea en la interacción con el entorno, con el espacio que el cuerpo habita, y una realidad global y descontextualizante solo puede tener como correlato en el sujeto una identidad descontextualizada. Voy a retratar esa uniformización por medio de figuritas blancas y a tratar de demostrar que lo más identificativo de cada uno de nosotros no es lo que nos atribuimos (lo que llevamos “pegado” al cuerpo) sino el lugar en que estamos.
Figuritas pequeñas, gente menuda
Este término, que utiliza Natalie Zemon Davis para mencionar a los nuevos protagonistas de sus estudios y que se contrapone, entre otros, al de “masas” (término que usa para nombrarnos la Escuela de Frankfurt y el propio Walter Benjamin), me resulta particularmente amable. El sujeto posmoderno que somos es algo pequeño respecto a la enormidad del mundo que habita y también respecto a sí mismo (porque es imposible incluso manejarnos a nosotros mismos, debido a nuestra fragmentación).
Espacio pequeño, instalación en el espacio pequeño
Por otro, el espacio grande y su manejo es un privilegio exclusivo de los bien posicionados, y cuando este manejo se produce en el marco del arte y con enormes y estériles dispendios (como en la instalación Doble negativo) genera un rechazo justificado, desde mi punto de vista. Por tanto, me sitúo al lado del espacio pequeño, la gente menuda y la única escala que, desde mí misma, puedo manejar: la pequeña.
Tres momentos de contacto con la instalación, o la toma de conciencia de “la recepción distraída”
Lo posmoderno global nos supera, nos desborda. Y, tal como expresó Walter Benjamin, es la atención la capacidad cuya distorsión caracteriza eso que Stuart Hall llama Lo posmoderno global. La recepción distraída es la que está en juego en nuestro día a día, en nuestro contacto con los mass media, en nuestra vida sobrecargada, y crea una situación subjetiva sin precedentes en la que dependemos de dónde nos enfocamos (o, la mayoría de las veces, nos enfocan) más que de nuestra propia categorización de lo real.
Una cocina y sus electrodomésticos
Espacio de trabajo, espacio de producción y consumo, espacio tecnificado, espacio feminizado. Por todas estas notas, una cocina es un espacio simbólico representativo al máximo de nuestra civilización. Porque es el último eslabón del engranaje de la producción y el consumo, porque es el espacio más tecnificado con el que interactuamos todos directa y habitualmente.
Espacio feminizado
Porque la cocina no es la de los chefs de los mass media, sino esa cucharilla que hay que meter en el lavavajillas, esa sobra que hay que guardar, esa cebolla que es preciso cortar o esa encimera a la que hay que pasar (una vez más) un trapo, y toda una serie de tareas de reproducción subsidiarias y aburridas que, dentro de la estructura familiar, recaen, cómo no, en esa parte subalterna que sigue siendo la parte femenina.
El nombre de figuritas
Son “figuritas” porque comparten con el concepto de figurita visual que solo son figuritas porque existe el fondo, y en función de la existencia del fondo (el contexto, el espacio). Una figurita sin fondo no existe, sencillamente. Estas figuritas, así como sus identidades, existen por el contexto y en el contexto, tal como se ponen de manifiesto en el tercer momento del recorrido de esta instalación, el de las figuritas desenclavadas.
Eje: “la recepción distraída”
El eje de la instalación es la idea de la recepción distraída, que describe Walter Benjamin en la obra citada. Por eso, son fundamentales los momentos dos y tres del recorrido.
– En un segundo momento, con toda la luz encendida, las figuritas no están iluminadas, sino desenfocadas; no forman un conjunto que llame la atención, al revés, casi no se ven. Están dispersas en la cocina, y por su número no constituyen una entidad mayor. Pero esto lo he querido así porque, precisamente, quiero hacer hincapié en cómo se nos escapa, la información que no se presenta de forma que seduzca a nuestra percepción (en constelaciones llamativas, etc.).
– Las figuritas desenclavadas, fuera de su lugar, no valen nada. Son, realmente, insignificantes. Es el contexto (los objet trouvé que las acompañan, los espacios que entre ellas y estos objet trouvé se definen) los que hablan, los que son significativos.
Lugar para el aura, lugar para la iluminación profana
Así, brillan bajo el foco lep, no solo las figuritas que he creado, sino esos objetos cotidianos, objet trouvé de mi cocina, cuya sola mención parece evocar lo más prosaico de nuestras vidas y aquí resplandecen: el lavavajillas con las figuritas reflejadas, el microondas, la bolsa de los plásticos de la figurita desechada entre plásticos, el tupperware de la figurita criogenizada… Todos estos objetos son resignificados y se ven de otro modo.
Extrañamiento de los espacios cotidianos por el cambio de escala
El cambio de escala produce un extrañamiento que se suma a la resignificación anterior. Somos capaces de mirar de otro modo esos espacios, desde una escala no humana. Esto queda especialmente claro en los pequeños espacios cerrados, como el interior del lavavajillas, que se convierte en un lugar grande e impactante cuando hablamos de la figurita reflejada.
A mi me gusta tu obra.
Muchìsimas gracias, Palmira. Esto es solo una parte de mi obra. La verdadera “obra” es llenarlo y vaciarlo de platos todos los días de mi vida: esa es la existencia material que arrastramos, siempre, sean cuales sean los avances técnicos. Como decía Brecht del cocido (que después de la revolución se sigue pegando), yo digo que siempre habrá lavavajillas que vaciar.